NOTAS
MODELO DE TRATAMIENTO ESPECÍFICO PARA LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD CON ATAQUE DE PÁNICO.
En primer lugar, se debe definir claramente el cuadro. Los ataques de pánico son episodios espontáneos y repentinos de ansiedad o terror intensos, acompañados por síntomas como palpitaciones, disnea, mareos con inestabilidad y sensación de pérdida de conciencia, sensación de ahogo, temblores o sacudidas espasmódicas musculares, sudoración, sofocación, náuseas o molestias abdominales, despersonalización o des-realización, adormecimiento o sensaciones de cosquilleo u hormigueo en diversas partes del cuerpo, escalofrío o rubor repentino, dolor o molestias precordiales, miedo a morirse, miedo a volverse loco o perder el control.
En las crisis que presentan menos de 4 de éstos síntomas, son crisis de síntomas limitados. Las crisis más agudas presentan más síntomas, reiterados e inesperados, con una tendencia a evaluar catastróficamente a los mismos: “pensamiento catastrófico”. Para una mejor evaluación diagnóstica, tiene que haber sufrido más de una crisis durante un período corto de tiempo, tienen que estar presentes por lo menos cuatro síntomas y alguno de esos síntomas tiene que haber aumentado su intensidad, y ser acompañados de una “ansiedad anticipatoria”: el miedo anticipado a que se produzca la crisis de pánico y que en general es descripto como “miedo al miedo”, en un círculo permanente que no tiene fin: no solamente se mantienen sino se aumentan los síntomas.
Por la intensidad de sus manifestaciones físicas, las personas que sufren por primera vez una crisis, suelen ir a la guardia médica o al cardiólogo y suelen realizarlo en varias ocasiones hasta llegar al diagnóstico adecuado.
EL PROTOCOLO SISTÉMICO DE TRATAMIENTO DE LOS ATAQUES DE PÁNICO
Es efectivo y debe adaptarse a las particularidades de cada persona y su contexto interpersonal.
Es un tratamiento de tipo individual. Pueden presentarse formas más leves o más graves de agorafobia. Las últimas implican una reducción o abandono de actividades como el trabajo, deportes, fiestas, viajes y también en algunos casos, la imposibilidad de estar solos en la casa. Cualquier estímulo físico o ambiental es transformado en una señal de alarma que desencadena la crisis de pánico. En los casos menos graves, existe una reducción de actividades pero no su anulación total. En todos los casos existe un alto nivel de angustia y temor paralizante.
El protocolo se divide en cuatro estadios y existen estrategias terapéuticas para cada fase de tratamiento.
En las tres primeras sesiones, dependiendo de cada paciente, se debe construir el SISTEMA TERAPÉUTICO (terapeuta y paciente), es decir, hablar el mismo lenguaje del paciente, en el sentido de generar empatía, confianza y un ambiente de colaboración mutua, demostrar que en la práctica el cambio es posible. En general son personas que buscan urgentemente solucionar su problema, por eso es importante darles la seguridad de que el cambio es posible en tanto se involucre con el proceso terapéutico. Escuchar atentamente al paciente, la descripción de sus síntomas.
Es importante romper con el mantenimiento del problema. En general son personas que tienen un gran sostén familiar, en general bien intencionado, para que el sujeto fóbico se sienta sostenido. En realidad dicha ayuda aumenta la dependencia y no soluciona los síntomas. Redefinimos la ayuda en ésta forma paradojal, ya que es una ayuda que mantiene y agrava el problema.
En general el paciente se vuelve más colaborativo y trata de confiar en sí mismo. Para ello usamos “el diario de a bordo”. Nos sirve para indagar el problema y también ayuda a solucionarlo. Se trata de un cuaderno donde debe poner fecha, lugar, todo lo que le pasa en el momento de la crisis de angustia: sentimientos, pensamientos, escenas, sin omitir detalle, en el momento que el ataque de angustia sobreviene. Suelo escribirles la frase: “así como vienen los síntomas, se van”.
En general, a la sesión siguiente manifiestan que tuvieron menos síntomas o no tuvieron.
Qué sucedió? Se rompió el sistema de “ayuda social” que mantenía el síntoma. Se desvió la atención del síntoma a la escritura, se pasó del miedo primitivo de la amígdala, a pensar y escribir sobre el mismo, se puso en marcha el lóbulo frontal. El paciente, en ésta segunda etapa, comienza a confiar más en sí mismo, en sus capacidades, ya no es un miedo incontrolable. De todas formas, seguimos manteniendo la prescripción paradojal unas sesiones más, para afianzar los logros y anticipar la posibilidad de recaída para que el paciente no se angustie si esto le sucede porque es esperable.
El paciente se muestra más colaborativo y confiado, hasta puede pedírsele que se provoque las crisis evocándolas, desde nuestra particular manera de influir sobre nuestros consultantes, seguramente, se encontrarán en mejores condiciones de confianza y con la certeza de que pueden ellos controlar sus síntomas y no al revés como antes. Mis pacientes comienzan a salir a la calle, o viajar en medios de trasporte, a “atravesar” las situaciones temidas, no a evitarlas, siempre con el diario de a bordo a mano.
Desde ya, no es mi propósito explicar aquí todas las técnicas paradojales que utilizamos los terapeutas sistémicos, también he utilizado el ensueño dirigido, técnica de relajación donde el terapeuta va llevando al paciente, de a poco, a recorrer esos lugares temidos, primero en la escena imaginaria, luego en la realidad. Existen técnicas para el cambio pero básicamente debe existir un vínculo terapeuta-paciente y siempre, la creatividad del terapeuta, el poder adaptar un modelo a cada paciente, el arte de la terapia.
Luego de las primeras sesiones, ya sin el insidioso síntoma, el paciente va relatando sus situaciones conflictivas personales, sus ansiedades, las verdaderas situaciones angustiantes, lo que estaba debajo del síntoma. Vamos elaborando, no poniendo en el cuerpo el conflicto y más…..mucho más…..y se viaja en tren, en colectivo, en avión, se va al cine, a la cancha, al trabajo. No hay miedo a morirse ni a enloquecer……ya se es libre, LIBRE ¡
Es sacar afuera el lado fuerte, “el paciente ha aprendido a usar sus dotes personales”, diría el gran terapeuta Paul Watzlawick, a quien le debemos, entre otras tantas cosas, los dos modelos de tratamiento específico, el fóbico y el de trastornos obsesivos, que a tanta gente ha ayudado.
Dedico el presente trabajo a mis queridos pacientes y ex pacientes, a tantos que han pasado por mi consultorio, a aquellos que trajeron su sufrimiento y que pueden dar cuenta de su cambio, de su libertad.
Lic. Lina Cappuccio